Fin de Año ¡¡¡¡ Banderines ,¡¡¡¡ asado ¡¡¡¡¡¡ jugamos con la primera¡¡¡¡¡
Fin de Año con cartas . ¡¡¡
Gracias chicos, gracias Club!
Le enseñaron a mi hijo, algo que a mi me costó mucho enseñar a otros:
Que a veces perdiendo, se gana.
Que difícil era explicarle hace algunos años a Muralla, Álvaro y Tomás, hoy en 1era, que no era fundamental ponerle el equipo ”A” a los Maristas en “Séptima” (M 13), y perder, pese a tener el triple de jugadores, porque tenían que jugar todos.
Que el que siembra (aunque sean derrotas), siempre cosechará algo.
Que el Club crecía aún perdiendo.
Fui a la Zanja con muchas dudas. Porque nunca veo la 1era., porque tenía miedo de sentir ese sabor amargo de ver caras largas ante la posibilidad de la derrota, porque ante esta circunstancia existía la posibilidad del desborde, del mal apasionamiento que genere alguna “pérdida” para el Club. Y si alguno de los desmanes lo hacía alguno de mis “pollos”, me hubiera hecho más mal.
Pero fui con el propósito de que mi hijo pudiera entender y aprender lo que es la pasión, el amor al Club, a un color, a una forma de vida. Y que lección le dieron!!!!!!
Creo que no se lo olvida nunca más.
Allí, en el “Belén” del Rugby (donde nació el rugby moderno en la Argentina, y el “Veco” quizás fue el Partero – Una especie de Zubeldía del Futbol). Justo allí, dimos como Club, una verdadera lección del “Espíritu del Rugby”. Ese que tanto predico. En ese 3er. Tiempo, el que comenzó cuando Pablo De Luca pitó el final, se desencadenó una verdadera “epopeya”. Algo que quedará en mi retina por mucho tiempo, y servirá de enseñanza para todos los pibes que en el futuro reciba en la Escuelita y la Predecima.
Ese reconocimiento a los jugadores por haber dejado todo en la cancha; esa demostración de que había un Club que los apoyaba, les cantaba, y los alentaba en un difícil momento. Hasta el reconocimiento de los atónitos simpatizantes del SIC, con ese aplauso perdurable, que reconocía a un digno Club adversario, pero amigo al fin. Estaban diciendo: “Hoy, la lección la dieron Ustedes.”
Me fui de la Zanja con un sabor “dulce”, que le hace mal a mi diabetes, pero contento, con el temblor de haber presenciado algo importante. Algo que siempre desee para mi Club.
Ese sábado el Club creció, aunque algunos no lo crean; y mi hijo aprendió mucho; mucho más que pintarse la cara de amarillo, y mover una bandera de Boca.
Gracias chicos, gracias Club.
Chidoro.
Le enseñaron a mi hijo, algo que a mi me costó mucho enseñar a otros:
Que a veces perdiendo, se gana.
Que difícil era explicarle hace algunos años a Muralla, Álvaro y Tomás, hoy en 1era, que no era fundamental ponerle el equipo ”A” a los Maristas en “Séptima” (M 13), y perder, pese a tener el triple de jugadores, porque tenían que jugar todos.
Que el que siembra (aunque sean derrotas), siempre cosechará algo.
Que el Club crecía aún perdiendo.
Fui a la Zanja con muchas dudas. Porque nunca veo la 1era., porque tenía miedo de sentir ese sabor amargo de ver caras largas ante la posibilidad de la derrota, porque ante esta circunstancia existía la posibilidad del desborde, del mal apasionamiento que genere alguna “pérdida” para el Club. Y si alguno de los desmanes lo hacía alguno de mis “pollos”, me hubiera hecho más mal.
Pero fui con el propósito de que mi hijo pudiera entender y aprender lo que es la pasión, el amor al Club, a un color, a una forma de vida. Y que lección le dieron!!!!!!
Creo que no se lo olvida nunca más.
Allí, en el “Belén” del Rugby (donde nació el rugby moderno en la Argentina, y el “Veco” quizás fue el Partero – Una especie de Zubeldía del Futbol). Justo allí, dimos como Club, una verdadera lección del “Espíritu del Rugby”. Ese que tanto predico. En ese 3er. Tiempo, el que comenzó cuando Pablo De Luca pitó el final, se desencadenó una verdadera “epopeya”. Algo que quedará en mi retina por mucho tiempo, y servirá de enseñanza para todos los pibes que en el futuro reciba en la Escuelita y la Predecima.
Ese reconocimiento a los jugadores por haber dejado todo en la cancha; esa demostración de que había un Club que los apoyaba, les cantaba, y los alentaba en un difícil momento. Hasta el reconocimiento de los atónitos simpatizantes del SIC, con ese aplauso perdurable, que reconocía a un digno Club adversario, pero amigo al fin. Estaban diciendo: “Hoy, la lección la dieron Ustedes.”
Me fui de la Zanja con un sabor “dulce”, que le hace mal a mi diabetes, pero contento, con el temblor de haber presenciado algo importante. Algo que siempre desee para mi Club.
Ese sábado el Club creció, aunque algunos no lo crean; y mi hijo aprendió mucho; mucho más que pintarse la cara de amarillo, y mover una bandera de Boca.
Gracias chicos, gracias Club.
Chidoro.